¿Es sensato dejar la boca abierta como lobo hambriento sin saber que ingerimos?. Sacha Barrios Healey.
Miren lo que aduce Cortazar: Las buenas lecturas y la inteligencia nos llenan de confianza. Y otra que apunta a lo mismo: “El conocimiento es la mejor inversión que se puede hacer”. Abrahan Lincoln. Sírvennos estas apreciaciones de base para estar como consumidores, leyendo e informándonos de fuentes acreditadas y de científicos. No de todos los científicos. En cuanto a estos ; están los que trabajan matriculados para grandes laboratorios y como tal, representan intereses económicos alineados con la industria. Es ahí donde suscítase la falta de claridad.
Alimentos manufacturados con imprecisas informaciones repletas de sofismas nutricionales, constipan entre comillas los umbrales de tiendas supuestamente para la buena salud. Con agregados ganchos como enriquecidos, véndense contradictoriamente como pan caliente a pesar de todo un concatenado de investigaciones certeras de años y años provenientes de científicos deslatizados de cualquier interés que no sea el bienestar comun, y que irrefutablemente corroboran su ineficacia y efectos adversos y contraproducentes. Se está anteponiendo el mercado al consumidor que es la víctima final de la permisividad , mala fe y falta de claridad entre gobiernos e industria. En este estadio de la oferta y la demanda, lastimosamente por el desconocimiento, gran parte del presupuesto de un buen margen de población va hacia los mismos depredadores de su salud. Como decimos acá en Colombia y sobre todo en la costa: Llegó Modesto y acabó con esto. Llegaron los industrializados y fomentose la practicidad. Pasamos del hervor al incremento de fritura y con ello, las devastadoras acrilamidas ganando terreno. Dejáronse las grasas de extracción animal, que alíneanse con nuestra biología, sustituyéndose por hidrogenadas y otras sustitutas sintéticas. Avalanzáronse los intensificadores de sabor, los glutamatos , los nitritos, los fluoruros y los aspartatos , entre otros tantos innúmeros liderando la aniquilacion de la salud mundial y sin extendernos a la otra tanda que con los anteriores tienen a los caballeros con su andamiaje bajo ruinas. Todos presentes en los industrializados o manufacturados.
Son realmente venenos con su cuota de parte en el descenso de la longitud de la vida y de tantas enfermedades que afronta el mundo, ya con carácter de emergencia sanitaria. Por lo tanto, por demás sabemos la estrecha relación entre alimentación, hábitos y enfermedad. Esa consonancia o cohesión del consumidor hacia los aditivos, que más tiene los tintes de la euforia, es una condición secundada por el desconocimiento y la desinformación. Comandamos como insurgentes, motines en nuestra propia biología y como si nos excluyéramos mutuamente con ella, detonámosle disturbios, que igual como en las huelgas callejeras queda en nuestro cuerpo que cantidad de basuras y desechos que no logramos metabolizar, hasta el punto de artefactar las células. Es tanta la agresión que hasta el sistema inmunitario compuesto por muchos subgrupos que arman un inexpugnable equipo de defensa, con todo el poder para enfrentar invasores o antígenos, abatir células y hasta virus jamás identificados, no puede por muy verraco, enfrentar tanta insurrección y se nulifica.